Editorial

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Los partidos bisagras

Ahora que los motores de la contienda política se encuentran encendidos, es momento más que oportuno para analizar el papel que desde hace varias campañas han venido realizando los partidos pequeños, llamados también partidos bisagras.

Organizaciones políticas cómo el MOLIRENA, o el PP, guardan profunda experiencia en convertirse en la llave ideal para armar alianzas políticas sin importarles ser cabeza de nóminas o que les den la vicepresidencia. Se conforman con migajas, siempre y cuando puedan mantenerse dentro del poder.

En el caso del MOLIRENA, la última vez que fueron a las elecciones con candidato propio, fue para los comicios de 1994, con Rubén Darío Carles (QEPD). De ahí, solo han aspirado a la vicepresidencia, siendo la última en el 2004.

En el caso del PP o Demócrata Cristiano, su última aparición con candidatura propia fue en 1999, llevando a Alberto Vallarino, cómo candidato, después lograron la segunda vicepresidencia con Rubén Arosemena en la terna que encabezó Martín Torrijos.

Los partidos pequeños no les interesan más que unos cuantos puestos que les permita sobrevivir a fin de seguir disfrutando del subsidio electoral y lo hacen a expensas de un Tribunal Electoral que permite estas movidas amparados en la democracia.

Pero los electores, somos los que tenemos la capacidad de frenar este desmadre político, utilizando la herramienta que el sistema nos permite, el voto. Es hora de entender que ese subsidio electoral es dinero que nos pertenece a todos y cada uno de nosotros y debemos velar porque sea utilizado de mejor manera y no dárselo a organizaciones que se han acostumbrado a vivir del erario público, obteniendo buenos dividendos para vivir a sus anchas.

Nuestra verdad sin importar a quien le duela.